El camino de la energía renovable en Ciego de Ávila

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El camino de la energía renovable en Ciego de Ávila

A mediados de 2014, el Estado Cubano puso en blanco y negro su aspiración de transformar la matriz energética nacional. La Política para el Desarrollo Perspectivo de las Fuentes Renovables y el Uso Eficiente de la energía 2014 – 2030, fue aprobada el 21 de junio del 2014 por el Consejo de Ministros y presentada a la Sesión de la Asamblea Nacional del mes de julio del mismo año.

La Política entronca con los Objetivos de Desarrollo Sostenible para la Energía (ODS 7), aprobados por las Naciones Unidas, una agenda global “para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad”. Entre otras metas, los ODS 7 buscan garantizar el acceso universal a servicios de energía asequibles, confiables y modernos; aumentar sustancialmente el porcentaje de la energía renovable; y duplicar la tasa mundial de mejora de la eficiencia energética.

El documento cubano estableció como objetivos de país aumentar el uso de las fuentes renovables de energía (FRE), hasta alcanzar un 24 por ciento de protagonismo en la generación de electricidad; no incrementar la importación de combustibles fósiles; reducir los costos de la energía entregada al Sistema Electroenergético Nacional; y reducir la contaminación ambiental.

Tales aspiraciones habían quedado enunciadas, también, en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, en los que se encarga priorizar el desarrollo de las FRE. De tal suerte, en 2019, la Isla deberá generar más de 1 100 gigawatts, según se informó a finales del pasado año en la Comisión de Industria, Construcciones y Energía de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Las FRE de mayor perspectiva en Cuba son la eólica, la solar y la biomasa (cañera y no cañera), aunque no se desdeñan otras, como la hidroenergía.

De acuerdo con el Ministerio de Energía y Minas (MINEM), están instalados cuatro parques eólicos experimentales, con una potencia total de 11,8 megawatts. Uno de ellos, el primero en el tiempo, emplazado en Turiguanó, al norte de la provincia avileña. La fuerza del viento también se emplea en el bombeo de agua, mediante más de 9 300 molinos dispersos en el área rural cubana.

Quizás la de mayor avance en los últimos años sea la energía solar, que muestra una expansión acelerada, no solo con los 40 parques fotovoltaicos emplazados en territorio nacional, sino con la diseminación en zonas de difícil acceso de paneles solares, ubicados en viviendas, escuelas y consultorios del médico de la familia. Asimismo, el potencial de radiación solar se aprovecha en más de 10 000 calentadores.


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Para Ciego de Ávila, producir energía eléctrica a partir de la biomasa comienza a estar entre las principales fuentes con la construcción, en áreas aledañas al Central Ciro Redondo, de una bioeléctrica que deberá entregar al SEN 50 megawatts.


La ejecución de esta bioeléctrica es seguida muy de cerca por las principales autoridades del país.

Según el MINEM, actualmente existen 57 centrales azucareros con un potencial de 16 millones de toneladas de caña a moler en cada período de zafra. La proyección en este apartado es construir 25 bioeléctricas hasta el 2027, con una potencia total de 872 MW, y alcanzar más de 110 kWh/ton de caña molida con calderas de media y alta presión.

El mundo moderno, el mundo del futuro, no se concibe sin electricidad, pero habrá que empezar a imaginarlo sin la omnipresencia del petróleo en la generación de energía. Parecería que Cuba, país subdesarrollado y bloqueado, no está en condiciones de apostar por las FRE, casi siempre dependientes de tecnologías que aún son bastante caras. Sin embargo, la meta de un 24 por ciento de la matriz en apenas 11 años no solo es ambiciosa, sino necesaria. Obviamente, a la par de las inversiones, es también necesario profundizar en la eficiencia, que tiene que ver, entre otros indicadores, con el costo de producción de la energía, el impacto ambiental y la pérdida en las redes de distribución. Está claro que si no se complementan no hay desarrollo sostenible.

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